miércoles, 12 de marzo de 2008

09. LA JEFA (relato de ficcion)


El paréntesis en el título y la clasificación de este relato en la categoría Ficción, son una medida de resguardo ante el poco probable evento de que la innombrable lea este artículo. En cualquier caso, quiero que quede claro que lo estoy escribiendo en mi casa y en mi tiempo libre, que conste que no estoy usando el PC y la electricidad de la oficina, y que si me demoro en escribirlo es culpa de los llamados telefónicos, de la secretaria y de las interrupciones de los colegas que quieren que nos reunamos a cubicar el proyecto nuevo.

Hecha la aclaración, vamos directamente al grano, para poder volver temprano a la casa. En los tiempos que corren ya se ha asumido que las mujeres tienen las mismas capacidades de los hombres, que son tan competentes (o incompetentes) como ellos y que pueden desempeñarse en cualquier función ejecutada por varones. Hasta yo lo acepto, a pesar que tengo en mi jefa un claro contraejemplo para estos enunciados.

Es que yo no le atribuyo su estupidez eventual falta de criterio al hecho que sea mujer. Es más, pienso que es algo muy particular de ella, alguna falla neurológica o de quizás que misterioso origen en el fondo de su psiquis, porque no se explica de otra forma. Incluso, si hubiese sido hombre habría sido igual de bruta intelectualmente infradotada. De partida y lo más curioso es que no es tonta en el sentido tradicional, ella es tonta una singularidad en el sentido más profundo y difícil de explicar. Es tonta profesional, tonta pilla, se hace la tonta, no sé, reconozco que tiene conocimientos y ciertas habilidades sociales, pero igual es internamente tonta.

No sólo es difícil de explicar, también es difícil de entender, puede hablar durante treinta minutos sin decir nada, al menos nada inteligible. La papa en la boca y la teatralidad escénica de sus intervenciones son solo la cara más evidente de su incapacidad para hacerse entender, aunque el problema de fondo es la desvinculación de su mente con la realidad. Así de simple, físicamente está aquí, pero la mente la tiene en la cresta de la loma algún remoto y fantástico lugar (fantástico de fantasía e irreal, no fantástico de regio, estupendo).

Algunos pensarán que el bruto soy yo, también lo he considerado, pero resulta que al resto de la gente le entiendo perfectamente; y el resto de la gente tampoco la entiende a ella. Bastaría mencionar los apodos que espontáneamente se le han atribuido, para demostrar quien es la incomprensible. Pero no se puede, son muy obvios y todos quienes la conozcan la identificarán. Bueno ya, diré uno, “Madame Virutex” por lo elegante y enredada, y conste, esto si que es en serio, el sobrenombre no surgió en mi división.

Además es fea, no horrible ni tan vieja, pero insípida y pendular. Si la vieran pensarían en el cuerpo de un ahogado, blancuchento, frío y todo suelto. Afortunadamente no he tenido la desdicha de comprobarlo, es sola una impresión y confío en que así seguirá siendo por siempre. Por otra parte, viéndolo así, no puedo dejar de sentir lástima por su marido.

Y pensar que hay colegas que le hacen la pata con un descaro digno de un ministerio. Le llevan el amén en todo y la atienden como si fuera una reina, hasta ponen cara de que entienden lo que les dice. Yo no, eso si que no, conmigo ni a misa. Cuando no puedo evitar cruzarme con ella, apurado y seriecito le digo hola como te va, y ojo que ni separo los dientes de arriba de los de abajo para el saludo.

Claro, hay que reconocer que mi trato es especialmente apático y mi opinión está sesgada por un problema que tuvimos hace un par de años. Un problema netamente laboral que curiosamente se desencadenó por una coincidencia de opiniones, creo que fue la única vez que hemos pensado lo mismo; cada uno de nosotros pensaba que el otro era un incompetente (yo todavía lo sigo pensando).

Por supuesto que el que salió perdiendo fui yo, de ahí el resentimiento hasta la fecha. Con que gusto la hubiese mandado a buena parte, pero tuve que tragármelas no más. En fin, si supieran como me regocijaba después, imaginando distintas formas de venganza. Aunque con la sobre carga de trabajo que me gané, nunca tuve tiempo para conseguir el explosivo plástico que ofrecían en deremate.com, el que iba a poner en el furgón que llevaba sus hijos al colegio. Tampoco se me dio la ocasión de reemplazarle las gotas de colirio por ácido clorhídrico.

En fin no pierdo las esperanzas de cobrar mi revancha, el mundo da vueltas y la venganza se saborea mejor fría. Ideas no me faltan, sólo necesito la ocasión de implementarlas sin dejar pistas. Esta noche quizás, no sé, pero si tengo éxito conocerán a mi jefa en las noticias de mañana.

(Nota: La imagen que ilustra el relato es conocida por todos. Jack Nicholson personificando al psicópata de la película El Resplandor de Stanley Kubrick)



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno y se entiende perfectamente ¿Será que todos en algún momento trágico e inevitable de nuestras vidas nos topamos con los mismos casos?

Tres cosas:
1. Para tu venganza ten la precaución de no contratar al Yutronic
2. En Chile estamos rodeados de esos incompetentes e ineptos
3. Te tengo muy malas noticias: tu jefa te ama

Saludos

Jaime Ceresa® dijo...

Jefes, jefes, jefes...porque será que uno siempre se topa con a lo menos un jefe saco de wea en la vida...el que tuve yo creo que fue el más..que te puedo decir.-

Cuídate.-

SPARROW dijo...

Con solo leer el punto tres de Federico, el personaje experimentaría escalofríos en la espalda, pero utilizaría la situación para hacer sufrir y romperle el corazón a la susodicha. Ergo, no serían tan malas noticias para él. ¿Para mi?, puuufff, prefiero ni pensarlo. Por suerte esto es ficción no más ... ¿o no?

Saludos, gracias por los comentarios.

Anónimo dijo...

Toda ficción está, ineludiblemente, sustentada en la más contundente realidad.

Saludos