miércoles, 19 de marzo de 2008

10. ¿SEMANA?, ¿SANTA?


A estas alturas de la vida tenemos bastante asumido que la Semana Santa no es tan santa; lo que es un poco más novedoso, es que tampoco es una semana; Ahora, lo que si es verdaderamente original y poco conocido es el procedimiento que determina cuando “caen” estos sacros días cada año, pues no es una fecha fija, sino que se mueve misteriosamente entre aproximadamente el último tercio de marzo y los primeros dos tercios de abril.

Tal conmemoración religiosa, la más importante de la cristiandad, se extiende desde el Domingo de Ramos hasta el Domingo de Resurrección, abarcando un periodo de ocho días, los que para efectos prácticos se reducen a los tres días feriados del holy weekend. Por definición, una “semana” es un conjunto de siete días (no de ocho ni de tres), de modo que en rigor la Semana Santa no es una semana.

Respecto a que no es santa, bueno eso ya resulta tan trivial que no requiere mayores explicaciones. Abundan los comentarios que destacan la evidente discrepancia entre el sentido de la conmemoración y las conductas de los llamados creyentes. También es común escuchar del comportamiento de muchos fieles de ocasión, particularmente el de reconocidos pecadores, avaros sin conciencia social ni remordimientos de ningún tipo, que con ademanes compungidos y rostros de mártir repletan las iglesias para recibir la comunión, en un acto de cinismo que sólo inspira enviarlos inmediatamente al cielo, mediante un contundente golpe en poco santa región de sus anatomías.

A mi entender la ocasión permite dividir a las personas en dos grupos mayoritarios. Por una parte, los afortunados que celebran paganamente haciendo de estos días una extensión de las vacaciones, acompañadas eso sí, de los más finos pescados y mariscos de la temporada. Por otra, aquellos sobrevivientes de marzo, que con escuálidos bolsillos no pueden celebrar de la misma forma, soportando estoica y dignamente la situación, o en otros casos, arrimándose al ritual sagrado y contentándose con quejarse de que la fecha está desvirtuada, que se ha perdido la fe, que la sociedad se ha olvidado de Dios y un trillón de etcéteras más, que invariablemente se repiten año tras año, tal como las películas en la TV.

Claro, antes que me crucifiquen, también hay que reconocer que existe un tercer grupo, pequeño y en progresiva disminución, conformado por creyentes verdaderos. Por fieles consecuentes con su fe y creencias, que en esta fecha acentúan la conducta que han exhibido durante todo el año y gran parte de sus vidas. No es necesario hacer una apología de ellos, pues su humildad y fortaleza espiritual hacen que no la necesiten.

No profesando creencia alguna, aunque respetándolas todas, no emitiré juicios sobre si los carretes y vacaciones de tales días tienen alguna relación con en el espíritu de recogimiento que promueve el cristianismo; Tampoco sobre los que crean que fue el conejo de pascua el que resucitó desde un huevo de chocolate, después de haber sido crucificado para limpiar los pecados de la humanidad. Mi aspiración es ser un poco más original y comentar la curiosa forma en que se determina la fecha de la Semana Santa. Apuesto a que no muchos saben como se hace, y si han leído hasta aquí, es porque esperan esa explicación. Pues es simple, allí va:

Lo que se determina es el domingo de resurrección, es decir el último día de la Semana Santa, y a partir de él quedan definidos los días restantes. El domingo de resurrección corresponde al domingo inmediatamente siguiente al primer plenilunio, posterior al equinoccio de primavera del hemisferio norte. Suena difícil pero es tan simple como el primer domingo después de la primera luna llena de otoño (otoño en el hemisferio Sur, obvio).

Los que no crean, que revisen los calendarios viejos para convencerse, yo ahora tengo que ir a comprar los huevitos de chocolate.

miércoles, 12 de marzo de 2008

09. LA JEFA (relato de ficcion)


El paréntesis en el título y la clasificación de este relato en la categoría Ficción, son una medida de resguardo ante el poco probable evento de que la innombrable lea este artículo. En cualquier caso, quiero que quede claro que lo estoy escribiendo en mi casa y en mi tiempo libre, que conste que no estoy usando el PC y la electricidad de la oficina, y que si me demoro en escribirlo es culpa de los llamados telefónicos, de la secretaria y de las interrupciones de los colegas que quieren que nos reunamos a cubicar el proyecto nuevo.

Hecha la aclaración, vamos directamente al grano, para poder volver temprano a la casa. En los tiempos que corren ya se ha asumido que las mujeres tienen las mismas capacidades de los hombres, que son tan competentes (o incompetentes) como ellos y que pueden desempeñarse en cualquier función ejecutada por varones. Hasta yo lo acepto, a pesar que tengo en mi jefa un claro contraejemplo para estos enunciados.

Es que yo no le atribuyo su estupidez eventual falta de criterio al hecho que sea mujer. Es más, pienso que es algo muy particular de ella, alguna falla neurológica o de quizás que misterioso origen en el fondo de su psiquis, porque no se explica de otra forma. Incluso, si hubiese sido hombre habría sido igual de bruta intelectualmente infradotada. De partida y lo más curioso es que no es tonta en el sentido tradicional, ella es tonta una singularidad en el sentido más profundo y difícil de explicar. Es tonta profesional, tonta pilla, se hace la tonta, no sé, reconozco que tiene conocimientos y ciertas habilidades sociales, pero igual es internamente tonta.

No sólo es difícil de explicar, también es difícil de entender, puede hablar durante treinta minutos sin decir nada, al menos nada inteligible. La papa en la boca y la teatralidad escénica de sus intervenciones son solo la cara más evidente de su incapacidad para hacerse entender, aunque el problema de fondo es la desvinculación de su mente con la realidad. Así de simple, físicamente está aquí, pero la mente la tiene en la cresta de la loma algún remoto y fantástico lugar (fantástico de fantasía e irreal, no fantástico de regio, estupendo).

Algunos pensarán que el bruto soy yo, también lo he considerado, pero resulta que al resto de la gente le entiendo perfectamente; y el resto de la gente tampoco la entiende a ella. Bastaría mencionar los apodos que espontáneamente se le han atribuido, para demostrar quien es la incomprensible. Pero no se puede, son muy obvios y todos quienes la conozcan la identificarán. Bueno ya, diré uno, “Madame Virutex” por lo elegante y enredada, y conste, esto si que es en serio, el sobrenombre no surgió en mi división.

Además es fea, no horrible ni tan vieja, pero insípida y pendular. Si la vieran pensarían en el cuerpo de un ahogado, blancuchento, frío y todo suelto. Afortunadamente no he tenido la desdicha de comprobarlo, es sola una impresión y confío en que así seguirá siendo por siempre. Por otra parte, viéndolo así, no puedo dejar de sentir lástima por su marido.

Y pensar que hay colegas que le hacen la pata con un descaro digno de un ministerio. Le llevan el amén en todo y la atienden como si fuera una reina, hasta ponen cara de que entienden lo que les dice. Yo no, eso si que no, conmigo ni a misa. Cuando no puedo evitar cruzarme con ella, apurado y seriecito le digo hola como te va, y ojo que ni separo los dientes de arriba de los de abajo para el saludo.

Claro, hay que reconocer que mi trato es especialmente apático y mi opinión está sesgada por un problema que tuvimos hace un par de años. Un problema netamente laboral que curiosamente se desencadenó por una coincidencia de opiniones, creo que fue la única vez que hemos pensado lo mismo; cada uno de nosotros pensaba que el otro era un incompetente (yo todavía lo sigo pensando).

Por supuesto que el que salió perdiendo fui yo, de ahí el resentimiento hasta la fecha. Con que gusto la hubiese mandado a buena parte, pero tuve que tragármelas no más. En fin, si supieran como me regocijaba después, imaginando distintas formas de venganza. Aunque con la sobre carga de trabajo que me gané, nunca tuve tiempo para conseguir el explosivo plástico que ofrecían en deremate.com, el que iba a poner en el furgón que llevaba sus hijos al colegio. Tampoco se me dio la ocasión de reemplazarle las gotas de colirio por ácido clorhídrico.

En fin no pierdo las esperanzas de cobrar mi revancha, el mundo da vueltas y la venganza se saborea mejor fría. Ideas no me faltan, sólo necesito la ocasión de implementarlas sin dejar pistas. Esta noche quizás, no sé, pero si tengo éxito conocerán a mi jefa en las noticias de mañana.

(Nota: La imagen que ilustra el relato es conocida por todos. Jack Nicholson personificando al psicópata de la película El Resplandor de Stanley Kubrick)



lunes, 10 de marzo de 2008

08. CALENTAMIENTO GLOBAL: ENTRE CREER Y NO CREER, MEJOR CREER


Después de la multimediática campaña para la toma de conciencia sobre el problema del cambio climático y el calentamiento global, dirigida por el político y ecologista estadounidense Al Gore, ganador de un premio Nóbel, un Oscar y otras distinciones diversas a consecuencia de esta misma causa, han surgido corrientes divergentes en la explicación, origen y consecuencias del difundido fenómeno.

Sin duda las nuevas teorías (ni tan nuevas) son menos populares que la ya establecida en el subconsciente colectivo. A estas alturas es más fácil creer en el inminente derretimiento de los polos, con sus consecuentes inundaciones y catástrofes planetarias, derivadas de las acciones humanas que liberan a la atmósfera gases que acentúan el efecto invernadero, que en la ilusa sugerencia de que esto sería el punto culminante de un gran ciclo natural de calentamiento, al cual solo le quedaría continuar su rumbo predestinado de normalización de las temperaturas. Por su puesto que esta última posición, y varias otras igual de inconspicuas, carecen del dramatismo y la espectacularidad de otras propuestas más atractivas y vendedoras.

Por otra parte, la avalancha de información, datos y evidencias aportadas por la teoría oficial, empequeñecen a cualquiera que ose refutarla. No obstante, no han sido pocos los detractores que han hecho ver interpretaciones antojadizas de la información, manipulación de datos y otras anomalías por el estilo.

Independiente de que teoría tenga la razón, o se ajuste en mejor forma al fenómeno que busca explicar, hay un hecho de fondo que se suele pasar por alto. Ante la enormidad de información y la aparente solidez con que se plantean las distintas explicaciones, el ciudadano común no es capaz de discriminar cual es la mas certera. Por cierto, ni siquiera la comunidad científica ha llegado a un consenso definitivo y por el contrario, cada vez existe más diversidad de opiniones.

Es una conducta natural negar lo que no entendemos, o adoptar cualquier explicación que nos parezca relativamente razonable. En un escenario tan confuso, la prudencia, excelente consejera, sugiere actuar con precaución. Si uno de lo escenarios posibles es tan apocalíptico como el que conocemos, y si además nos indica claramente cuales de nuestras acciones conducen a acentuar el fenómeno, entonces, no debiera importarnos si las evidencias del cambio climático nos resultan o no convincente. Si estas llegan a ser verdaderas, sus consecuencias serían tan graves, que por nuestra propia seguridad nos conviene creer que es cierto y por lo mismo actuar en consecuencia.

viernes, 7 de marzo de 2008

07. MALA NOCHE (relato de ficción)


La difusa e inexplicable angustia experimentada antes que se desataran los acontecimientos debió haberle puesto sobreaviso y prevenirla de que esa noche sería macabramente distinta a todas las vividas en sus adolescentes quince años.

Las sombras nocturnas cegaban sus ojos y embotaban sus sentidos. En ese estado de sopor, en que la conciencia es un botín disputado por el sueño y la vigilia, apenas percibió el primer lancetazo, que indoloro dio origen al martirio que aquejaría, primero la piel de su espalda y posteriormente el resto de su cuerpo, su mente y su alma.

La anónima sensación de aspereza sobre su piel se intensificó rápidamente, haciéndose claramente perceptible y molesta, pero su origen permaneció no identificado durante algunos momentos. Desafortunadamente la tranquilidad de quien ignora la calamidad que se le avecina no duró más que algunos minutos, hasta el instante en que muda de terror observó las monstruosas y gigantescas arañas que desde la oscuridad arrojaban a su lecho y su cuerpo enjambres de pelos urticantes, que la rodeaban y cubrían igual que a un niño jugando en un pajar.

Infructuoso fue su deseo de incorporarse, huir y gritar. El pánico inmovilizaba los músculos de su cuerpo y sus cuerdas vocales. El aire entraba con dificultad en sus pulmones y la sensación de asfixia amenazaba con hacerla perder el sentido, acrecentando el pánico a quedar indefensa ante la amenaza que, tenebrosa e inexplicablemente, se había materializado en su cuarto y se acercaba cada vez más a la cama en que ella yacía.

Los voluminosos y negros arácnidos se aproximaban desde distintos ángulos, al mismo tiempo que ella lograba efectuar algunos movimientos, que más que permitirle escapar la sumían cada vez en el nido de irritantes pelos, aumentando la tortura sobre su piel y la angustia de su alma. En esta situación, aún rodeada por la oscuridad y mientras su conciencia lentamente se apagaba, pudo esbozar algunos incoherentes razonamientos. Con su memoria dando brincos desesperados, como un pequeño insecto sobre una plancha caliente, recordó a sus pequeñas hermanas capturando lagartijas, a sus compañeros de colegio, el día anterior bebiendo jugo y comiendo galletas mientras miraba la TV desde su cama, la áspera arena del lago Villarrica, la sensación del agua y el sol durante las vacaciones, y entre todos esos recuerdos inconexos la clara sensación de una negrura tangible y densa que la cubría hasta hacerla perder el conocimiento.

Fueron escasos instantes de inconciencia, apenas una mínima tregua para aliviar su terror, que se interrumpieron con un estridente campanilleo que torturó inclementemente sus tímpanos, al tiempo que una intensa radiación luminosa quemaba sus fatigadas pupilas.

Incorporándose con movimientos descoordinados, entrecerró los ojos para mirar a su alrededor, y tras varios segundos utilizados para reconectar a su cerebro con su cuerpo, exclamo:

- ¡Maldición!. Primer día de clases y con la mala noche que tuve, voy andar todo el día con sueño. La próxima vez que coma galletas en la cama tendré que sacudir las migas de las sábanas.

Salió con desanimados pasos hacia el baño, mientras que a su espalda, dos pequeñas arañas negras se dejaban caer delicada y lentamente desde un rincón del techo, hacia la todavía tibia cama.

(Nota: La imagen que ilustra el relato es el cuadro La Pesadilla del pintor J.H. Fuseli)

lunes, 3 de marzo de 2008

06. FOX TERRIER CHILENO. ¿orgullo o vergüenza?



Recientemente la prensa ha comentado respecto al desarrollo de la primera raza canina chilena, aspecto que resulta relevante para la comunidad cinológica nacional y que despierta al menos la curiosidad en el resto de la opinión pública. De aquí el interés por aportar antecedentes adicionales a los señalados en las noticias.

La iniciativa corresponde al proyecto bicentenario “Primera Raza de Perros de Chile: Terrier Chileno”, liderada por la ACEPE (Asociación Gremial de Criadores y Expositores de Perros de Chile), que busca el reconocimiento oficial por parte de la Federación Cinológica Internacional (FCI), del Fox Terrier Chileno como la primera raza canina desarrollada en el país.

La propuesta data de algunos años atrás y ya ha cumplido con algunos de los requisitos demandados para el reconocimiento de la raza, entre ellos la redacción de su estándar oficial. Por otra parte, aún le falta cumplir con los criterios demográficos exigidos por la FCI, en cuanto al número de ejemplares inscritos en el país solicitante (al menos 700 a 800 ejemplares) y la demostración de un número mínimo de líneas sanguíneas no emparentadas (8 líneas sin ancestros comunes hasta la generación de los bisabuelos).

Según sus promotores, el Fox Terrier Chileno existiría desde hace unos 150 a 300 años. Se habría generado a partir de cruzas de terriers europeos de pelo liso, particularmente del Fox Terrier Inglés (cazador de zorros), con perros autóctonos que ya existían a la llegada de los españoles. El resultado de estas cruzas habría producido un ejemplar de talla pequeña, pelo corto, inquieto, ladrador y tenaz cazador de ratones. También se le atribuyen las características de valentía, lealtad y espíritu de guardia.

Debe reconocerse el mérito y esfuerzo de la ACEPE por avanzar en el desarrollo y reconocimiento de la raza. No obstante su propuesta no concilia un acuerdo generalizado, existiendo detractores y controversia respecto a la anatomía, nombre, originalidad y representatividad de la raza propuesta como nacional.

Comparado con los imponentes Dogo argentino y Fila brasileño, el ratonero chileno, por muy tenaz y valiente que sea, provoca un comprensible menoscabo del orgullo nacionalista. El curioso argumento de que Washington, el conocido perro de Condorito, sería un representante de la raza propuesta, no cumple el objetivo de identificarlo como representativo de la realidad nacional más popular; Por el contrario, contribuye a mermar la imagen de la raza.

Respecto al nombre fox terrier chileno, este no sería el adecuado para la raza. No es un cazador de zorros, relacionándose en forma mucho más estrecha con los perros ratoneros españoles, particularmente con el Bodeguero o ratonero andaluz, respecto del cual algunos entendidos afirman que tendría más similitudes que diferencias. Análogamente, en cuanto a la originalidad de la raza, otros conocedores señalan que esta sería muy similar a la del terrier paulista, raza desarrollada en Brasil y reconocida por la FCI desde 1995.

Su cuestionada representatividad nacional, ha motivado otra iniciativa que desafortunadamente no ha experimentado mayor desarrollo. Esta apunta a la creación de razas chilenas de perros polivalentes, de características físicas y temperamentales idóneas para su utilización bajo las diferentes condiciones geoclimáticas del país, entre ellas: el perro polivalente andino, el perro marino de guerra chileno, el perro campesino chileno, y el perro urbano del gran Santiago. Este último quizás comparta características con el fox terrier chileno, pero personalmente me parece más atractiva cualquiera de las tres restantes.

En fin, como dice el refrán popular, sobre gustos no hay nada escrito, aunque en el caso del fox terrier chileno, el refrán bien se puede complementar con otra cita popular, según la cual hay gustos que merecen palos.