viernes, 7 de marzo de 2008

07. MALA NOCHE (relato de ficción)


La difusa e inexplicable angustia experimentada antes que se desataran los acontecimientos debió haberle puesto sobreaviso y prevenirla de que esa noche sería macabramente distinta a todas las vividas en sus adolescentes quince años.

Las sombras nocturnas cegaban sus ojos y embotaban sus sentidos. En ese estado de sopor, en que la conciencia es un botín disputado por el sueño y la vigilia, apenas percibió el primer lancetazo, que indoloro dio origen al martirio que aquejaría, primero la piel de su espalda y posteriormente el resto de su cuerpo, su mente y su alma.

La anónima sensación de aspereza sobre su piel se intensificó rápidamente, haciéndose claramente perceptible y molesta, pero su origen permaneció no identificado durante algunos momentos. Desafortunadamente la tranquilidad de quien ignora la calamidad que se le avecina no duró más que algunos minutos, hasta el instante en que muda de terror observó las monstruosas y gigantescas arañas que desde la oscuridad arrojaban a su lecho y su cuerpo enjambres de pelos urticantes, que la rodeaban y cubrían igual que a un niño jugando en un pajar.

Infructuoso fue su deseo de incorporarse, huir y gritar. El pánico inmovilizaba los músculos de su cuerpo y sus cuerdas vocales. El aire entraba con dificultad en sus pulmones y la sensación de asfixia amenazaba con hacerla perder el sentido, acrecentando el pánico a quedar indefensa ante la amenaza que, tenebrosa e inexplicablemente, se había materializado en su cuarto y se acercaba cada vez más a la cama en que ella yacía.

Los voluminosos y negros arácnidos se aproximaban desde distintos ángulos, al mismo tiempo que ella lograba efectuar algunos movimientos, que más que permitirle escapar la sumían cada vez en el nido de irritantes pelos, aumentando la tortura sobre su piel y la angustia de su alma. En esta situación, aún rodeada por la oscuridad y mientras su conciencia lentamente se apagaba, pudo esbozar algunos incoherentes razonamientos. Con su memoria dando brincos desesperados, como un pequeño insecto sobre una plancha caliente, recordó a sus pequeñas hermanas capturando lagartijas, a sus compañeros de colegio, el día anterior bebiendo jugo y comiendo galletas mientras miraba la TV desde su cama, la áspera arena del lago Villarrica, la sensación del agua y el sol durante las vacaciones, y entre todos esos recuerdos inconexos la clara sensación de una negrura tangible y densa que la cubría hasta hacerla perder el conocimiento.

Fueron escasos instantes de inconciencia, apenas una mínima tregua para aliviar su terror, que se interrumpieron con un estridente campanilleo que torturó inclementemente sus tímpanos, al tiempo que una intensa radiación luminosa quemaba sus fatigadas pupilas.

Incorporándose con movimientos descoordinados, entrecerró los ojos para mirar a su alrededor, y tras varios segundos utilizados para reconectar a su cerebro con su cuerpo, exclamo:

- ¡Maldición!. Primer día de clases y con la mala noche que tuve, voy andar todo el día con sueño. La próxima vez que coma galletas en la cama tendré que sacudir las migas de las sábanas.

Salió con desanimados pasos hacia el baño, mientras que a su espalda, dos pequeñas arañas negras se dejaban caer delicada y lentamente desde un rincón del techo, hacia la todavía tibia cama.

(Nota: La imagen que ilustra el relato es el cuadro La Pesadilla del pintor J.H. Fuseli)

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